Av. Mil·lenari, nº14 local 5 · 08160 Montmeló · (Barcelona) · +34 935 684 536

Copymont Blog

El Arte de Escribir

De la posición del cuerpo para escribir y de la forma de sostener la pluma

Antes de exponer los principios de la escritura, menester es que expliquemos la forma como hay que colocarse para escribir y de qué modo debe tomarse la pluma.

Son dos cuestiones importantes: la primera porque atañe a una postura airosa del cuerpo: la segunda porque tiene que ver con la facilidad de la ejecución.

Hay una postura aconsejable para cada sexo, aunque todavía hoy la mayoría de los educadores sólo saben ver una. Aquí voy a hablar sólo de la postura más adecuada para los hombres, y dejaré para “próximas entradas” lo relativo a las señoritas, que me parece tan esencial como esto que sigue.

Acerca de la posición del cuerpo

Para escribir hacen falta tres cosas: buena luz natural, una mesa sólida y un asiento cómodo. La luz que se recibe por el lado izquierdo es siempre la más favorable cuando desde el lugar donde se está escribiendo puede verse el cielo.

La mesa y el asiento deben estar proporcionados de manera que la persona sentada pueda deslizar fácilmente los codos por la superficie de la mesa sin inclinarse. Esta actitud ha de ser preferida a cualquier otra, por ser la más natural. Una mesa demasiado alta para la altura del asiento estorba el movimiento del brazo y hace pesada la escritura; una mesa demasiado baja obliga a acercar la vista, fatiga el cuerpo y exagera los efectos de las pluma. Por consiguiente, en la medida de lo posible hay que procurarse todas las comodidades para que la escritura adquiera mayor vivacidad y soltura.

Se suele recomendar a los jóvenes que mantengan el cuerpo erguido con respecto a la mesa; pero el brazo con que escriben no se movería con suficiente libertad si siguieran rígidamente ese precepto. Para que nada estorbe el movimiento, conviene que aproximen la parte izquierda del cuerpo a la mesa, sin apoyarse en ella y sin tocarla siquiera, y que alejen la parte derecha hasta una distancia de cuatro o cinco dedos.

Deben avanzar el brazo izquierdo sobre la parte delantera de la mesa y apoyarlo en ella desde el codo a la mano; con los dedos de esta mano ha de mantener siempre el papel en una dirección vertical, haciéndolo subir o bajar y llevándolo a la izquierda o a la derecha según las circunstancias.

En cuanto al brazo derecho, los diferentes tipos de escritura regulan las distancias a que hay que mantenerlo del cuerpo: la redonda exige mayor distancia que la bastardilla o la corrida. Si consideramos el antebrazo dividido en tres partes, sólo sus dos tercios descansarán sobre la mesa, mientras que el otro tercio. Hasta el codo, debe sobresalir de ella. Al sostener la pluma, la mano adopta naturalmente una forma circular. Esta mano, que sólo ha de apoyarse en el papel por la parte inferior de la muñeca y el extremo de los dos últimos dedos, no ha de tener otro apoyo más que el de la pluma. Conviene dejar un espacio razonable entre la muñeca y los dos últimos dedos, para que la pluma no tienda a caer hacia afuera: es importante no descuidar esto.

El cuerpo debe inclinarse ligeramente hacia adelante, y la cabeza debe acomodarse a esta inclinación pero sin ladearse en absoluto hacia ninguno de los hombros. Los ojos deben estar fijos en el pico de la pluma, y las piernas bien apoyadas en el piso; lo ideal es que la izquierda adopte una posición oblicua con respecto del cuerpo y que la derecha se distancie ligeramente hacia la derecha.

La observancia de estas normas facilita la tarea de escribir. Para hacer gráficas nuestras explicaciones, se ha representado esa postura en la lám. Il. La figura del que escribe se encuentra entre las cuatro líneas perpendiculares AB. Una mirada a la ilustración y su cotejo con las explicaciones bastarán para comprender éstas perfectamente.

Sobre la disposición para escribir, en general

Hay personas que tienen un talento innato para escribir: con un poco de buena voluntad y un aprendizaje seguido, se las ve hacer en poco tiempo progresos notables en este arte. Otras, en cambio, no muestran ninguna buena disposición. Obligadas éstas a forzar su naturaleza recalcitrante, tan sólo logran superarla mediante el ejercicio y la práctica. Necesitan más tiempo para alcanzar la misma meta que los otros. Pero las ventajas que obtienen ¿acaso no compensan con creces su esfuerzo?